El Internet de las Cosas

En el año 1988, Mark Weiser, de laboratorios PARC, originó el término “computación ubicua” (ubiquitos computing). Weiser imaginaba computadoras y sensores integrados invisiblemente en todo nuestro alrededor ayudándonos en nuestra vida cotidiana. Las lámparas que automáticamente se ajustan a la luz ambiental para dar la iluminación necesaria, los despertadores que preparan café recién hecho antes de despertarlo, las ventanas que sutilmente le dicen el pronóstico que se puede ver desde un rincón de su mirada, los pines que lo identifican a la habitación y ajustan la temperatura y el volumen de la música a su gusto. Y no sólo imaginaba, muchos de estos inventos que todavía nos resultan futuristas en 2015 tenían prototipos experimentales en su laboratorio a finales de los años 80s. Acerca de la visión de la tecnología que estaba tratando de construir, dijo lo siguiente en su artículo “La Computadora del Siglo 21”:

“Las tecnologías más importantes son las que desaparecen. Son las que se entrelazan con el tejido de nuestra vida cotidiana hasta que ya no son distinguibles de ella.”

¿Cómo podemos lograr todo esto? Muy simple. Poner centenares de pequeñas computadoras y sensores conectados a la red en absolutamente todo: interruptores, ventanas, heladeras, televisores, termostatos, zapatos, ropa. En la época de Weiser esto parecía una locura y, aún hoy, parece algo extravagante. Sin embargo, las transformaciones parecidas ya han sucedido en nuestras vidas. Tenemos varias tecnologías invisibles, un buen ejemplo es la electricidad.

Cuando los primeros motores eléctricos se empezaron a usar en el siglo XIX, reemplazaron los motores a vapor que impulsaban las maquinas industriales en las fábricas. Un motor eléctrico enorme estaba conectado a un sistema de cintas y engranajes que distribuían la fuerza a donde fuera necesario y daban movimiento a docenas de máquinas distintas.

Hoy en día, los motores eléctricos se volvieron tan baratos, son tan pequeños y eficientes que ninguno de nosotros ni siquiera puede contar cuántos tiene en su vida. Hay uno en la aspiradora, otro en el secador de pelo, los motorcitos que mueven las batidoras y licuadoras y los que giran el plato que ponemos en microondas… Además, cualquier auto promedio tiene más de 20 motores  —  el que arranca el auto, él que limpia el parabrisas, él que sube y baja las ventanillas, varios motores en el acondicionador de aire y muchos más. Los motores eléctricos se entrelazaron tanto en nuestras vidas que ya hace años desaparecieron por completo. Nadie piensa, “Voy a activar un motor para subir la ventanilla o para secarme el pelo”, simplemente sube la ventanilla o se seca el pelo. Weiser decía que es inevitable que termine pasando lo mismo las computadoras, que algún día las computadoras iban a desaparecer de nuestras vidas dejándonos con un mundo donde todas las cosas a nuestro alrededor sean inteligentes y conectadas.

¿Qué es Internet de las Cosas?

Pasó un cuarto de siglo desde que Weiser publicó su visión y aquel algún día está llegando hoy. En 2015, los productos estrella del show más importante de electrodomésticos, el Consumer Electronics Show en Las Vegas, fueron productos inteligentes conectados a la red. Había una maceta inteligente que sabe exactamente lo que necesitan sus plantas con sensores para medir la humedad y la temperatura del suelo y que es controlable desde el teléfono móvil. Había una batería para las alarmas de incendio que siente cuando se está agotando y manda un mensaje para avisarlo. Un productor Japonés presentó un anillo que permite controlar las cosas inteligentes de su casa a través de gestos con la mano. Casi cada electrodoméstico del show, desde los clásicos, como los televisores, hasta los futuristas, como el anillo, contenían pequeñas computadoras conectadas a la red.

Si bien la visión de las cosas inteligentes está avanzando rápido, el nombre de Computación Ubicua que usaba Mark Weiser quedó en el milenio anterior. En 1999, Kevin Ashton, que en aquel entonces trabajaba en Procter & Gamble como gerente de marketing usó el término Internet of Things (Internet de las Cosas) para explicar aquel concepto todavía novedoso y complejo a los ejecutivos de la empresa. Su idea era poner un microchip capaz de comunicarse por radio en todos los lápices labiales que vendía P&G. De esta manera, explicaba Ashton, cada lápiz podría decir exactamente dónde está inalámbricamente y así Procter & Gamble podría controlar los movimientos de su inventario de una manera mucho más fácil y precisa. El término resultó mucho más pegajoso ya que inmediatamente daba imagen mental de las cosas conectándose a Internet sin la intervención humana y es el nombre más usado hoy en día. Sin embargo, antes de despedirnos para siempre del término Computación Ubicua, este concepto tiene un par de lecciones importantes para mostrarnos de qué trata Internet de las Cosas.

Como explica el profesor de estrategia de Harvard, Michael Porter, el término Internet de las Cosas a veces nos da un modelo mental equivocado:

“La diferencia fundamental que brindan los productos conectados e inteligentes no es internet sino el cambio en la naturaleza de las “cosas”. Son las nuevas habilidades de los objetos y los datos que ellos generan que son los factores principales de la nueva era.”

De hecho, la mayoría de las “cosas” inteligentes de Internet de las Cosas nunca se conectan directamente a Internet sino que se conectan mediante protocolos locales como Bluetooth, NFC y RFID a su teléfono móvil, a un router de una casa inteligente (smart home), al sistema de pago, o a un sistema de control industrial que lee los datos de los sensores integrados en una turbina. Muchas veces estas conexiones y datos se quedan dentro de las redes internas de las empresas u hogares.

Además, centrándonos demasiado en la parte de “Internet” de la definición, podemos perder de vista las tecnologías transformadoras como drones cuadricópteros o autos autónomos. Es algo que no encaja en el concepto del IoT si lo pensamos de la manera literal que sugieren sus siglas, pero es una manifestación de las mismas fuerzas de sensores, procesamiento y conectividad barata. Por ejemplo, los primeros cuadricópteros se crearon en los años 1920 pero resultaron imposiblemente difíciles de manejar para un piloto humano. La razón por la que esta tecnología está creciendo ahora es porque hoy podemos controlar sus cuatro motores de una manera automática y precisa, usando procesadores y sensores baratos en cada drone para darle estabilidad de vuelo. Y, por supuesto, los drones se vuelven mucho más útiles cuando, con la conectividad barata, los podemos controlar de forma remota desde nuestros smartphones usando protocolos estándares como el Bluetooth.

En este sentido, es muy útil tener presente que, cuando hablamos de Internet de las Cosas, muchas veces en realidad estamos hablando de Computación Ubicua, de poder agregar las habilidades que antes sólo tenían las computadoras a todas las cosas que nos rodean. Y no sólo en casa, sino también en las plantas industriales, en los edificios, en las calles y en agricultura. En el Internet de las Cosas, las “cosas” no son siempre cosas y se conectan a redes que no son siempre Internet. Mejor pensar el nombre IoT como metáfora de que nuestros objetos se vuelven inteligentes, aprenden a sentir el mundo alrededor de ellos y adquieren la capacidad de comunicarse entre sí, con otros sistemas en Internet y con nosotros.

Extraído del libro La Red de Todo: Internet de las Cosas y el Futuro de la Economía Conectada (Spanish Edition) 2016 de Andrei Vazhnov